jueves, 13 de junio de 2019

El comodín Pichetto

[ Publicación Nº 19]
[Por: Jorge Altamira, 13 junio 2019]
[Tomado de la página en Facebook del autor.]
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El desarrollo de la crisis del régimen político

Los mentideros periodísticos han atribuido a la designación de Pichetto como segundo de la candidatura de Macri, el efecto de un elixir sobre el escenario convulsivo de la economía y hasta una suerte de ancla para el descosido régimen político en vigencia. Parece obviamente demasiada calificación para un político oscuro de segundo orden, que se entrenó como jefe de bloque en la cámara de Senadores. Las distintas tiendas políticas reaccionaron mencionando la trayectoria política sinuosa del individuo, que recorrió todo el espinel de los zigzags políticos desde el menemismo antes de ser convertido ahora en un estadista, en una operación relámpago. Propios y extraños ocultan, como era previsible, sus propias volteretas, como es el caso del binomio F-F, un dúo fielmente menemista y cavallista, que se enroscó asimismo varias veces en la era K. Las huestes macristas, que reivindican un republicanismo que está reñido con el tronco histórico que las une a la dictadura militar, hicieron causa común con el Frepaso, un amuchamiento de peronistas ‘progres’ y otros también ‘progres’ sin identidad partidaria, bajo el gobierno del radical De la Rúa.
La transferencia de Pichetto al macrismo y la tradición de reclutamiento del macrismo dentro del peronismo (Santilli, Ritondo), han servido para toda clase de chicanas, que sin embargo oscurecen en lugar de aclarar. El merodeo por la ciénaga ideológica de los partidos tradicionales no sirve ni como denuncia. Lo que está en juego o discusión no es la coherencia política del personal del estado capitalista, es la relación de todos estos movimientos con la tendencia a la desintegración del gobierno actual, el régimen político y el estado.
El paso de Macri hacia Pichetto es una expresión de la desintegración del gobierno y de la corriente macrista. Lejos de abrir camino, como pretendía, a una renovación de idearios y programas, batió los récords de insolvencia intelectual y política. Los movimientos en danza no tienen que ver con la ideología sino con la crisis política. Pichetto mismo lo ha advertido en forma reiterada cuando señala el peligro de que lo que llama la democracia sea sustituído por, textualmente, “un régimen de asamblea soberana” (lunes con Pagni, miércoles en a Dos Voces). Es claro, de todos modos, que la designación del rionegrino a la candidatura a vicepresidente no podría mover el amperímetro de la política de ninguna manera visible. Lo que ha provocado expectativa es que pueda sumar a otras huestes del peronismo al planteo de un gobierno de unión nacional. Esta clase de gobiernos han surgido en la historia como antesala de la desintegración de los gobiernos con base electoral-parlamentaria. En condiciones de una crisis económica aguda, constituyen el último recurso ‘democrático’ de cara a una situación prerrevolucionaria. La oferta de una unión nacional podría surgir luego de las Paso o frente a un eventual segundo turno. Cualquiera sea su destino, enseguida tendrá que mostrar su consistencia para enfrentar la gigantesca crisis de Argentina (que es parte de una crisis mundial). Los gobiernos de ‘unión nacional’ no han sido capaces nunca en modificar los regímenes políticos en crisis, por lo cual, a término, llevan a crisis aún mayores.
La figura de Pichetto se abrió a la superficie luego de una recorrida que hizo, recientemente, entre los fondos internacionales norteamericanos y la cancillería de Estados Unidos, de donde retornó con un planteo obsesivo, ajeno a su prontuario de burócrata político: la necesidad de imponer una salida golpista en Venezuela, incluso una imposición ‘democrática’ en Cuba, capaz de reconfigurar estratégicamente el escenario de América Latina. En este sentido, este político a punto de jubilarse se convirtió en el vector de la ofensiva que el brasileño Bolsonaro y el colombiano Duque, dos derechistas de armas cargar, quienes a su paso por Buenos Aires se lanzaron a reclamar la reelección de Macri como pieza esencial de ese operativo internacional. Al mismo tiempo, Pichetto aprovechó la designación para hacer ‘lobby’ para petroleras y mineras, no sólo para Vaca Muerta, sin con el interés puesto en Río Negro y Chubut, dos provincias donde la minería fue rechazada por medio de movilizaciones y plebiscitos. De cualquier manera, si el anzuelo de la unión nacional bajo la tutela de Macri no convence a los caciques y punteros del peronismo, o la misión internacional de los Bolsonaro naufraga en el marco de la guerra económica entre EE.UU y China, el escenario político ficticio creado por la designación de Pichetto, se convertirá en una apuesta a fondo perdido - y en una corrida cambiaria y política. El macrismo no es un canal de votos que pueda fascinar al pejotismo, como en 2017. Por otro lado, la pretensión de que América Latina orbite en torno al imperialismo yanqui, en los mismos términos del pasado, ha sido relegada a los archivos, ante la influencia alcanzada por China en este continente. Los ‘sinsabores’ por los que atraviesa Bolsonaro es una señal de que antes que un salvavidas de Macri, el fascista brasileño podría ser un salvavidas de plomo.
La consagración de la fórmula Macri-Pichetto apunta a reforzar la guerra contra el llamado ‘populismo’ y comporta, en consecuencia, una acentuación de la larga crisis del proceso electoral. Aunque Pichetto se había convertido en el defensor de los fueros de CFK y en opositor a las ‘prisiones preventivas’, es significativo que no renuncie su posición en el Consejo de la Magistratura, donde ahora no está en su condición opositor sino de oficialista. El doctrinario de la lucha contra el “autoritarismo”, como se define ahora luego de haber militado en ese campo durante doce años, podría doblegar al doctrinario que rechaza las condenas anticipadas y la responsabilidad del liderazgo político en los delitos de sus funcionarios. Pichetto deberá decir su palabra judicial en el choque que opone a Ramos Padilla, de un lado, y Stornelli y Bonadío, del otro. El clamor por la unidad nacional apunta a justificar una despiada lucha faccional. La documentación reciente acerca de las operaciones clandestinas de la Justicia brasileña contra Lula es una prueba de los extremos a los que llega esta guerra, y pone a los Bolsonaros y los Macri en el mismo banquillo en que ellos han puesto a sus rivales.
En este punto hay que dar ‘enter’ a F-F - el primero que planteó el método de la “unión nacional” para que la crisis actual no concluya en una crisis abierta de poder y en situaciones revolucionarias de distinto grado. La designación de Pichetto, por parte del macrismo, es un intento de desafiar al kirchnerismo en su propio terreno. La fórmula F-F es un reconocimiento del agotamiento de la posibilidad de un nuevo bonapartismo en torno a CFK. Aquel tendrá que esperar un fracaso de las tentativas unionistas antes de volver a escena, aunque esto pueda ocurrir en breve. En el límite, el equipo K podría invitar a la ‘unión nacional’ a parte del propio macrismo.
En síntesis, una lectura ideológica de los pases de equipos de los últimos días, oscurecen la comprensión del desarrollo de la crisis y banaliza la lucha contra el estado capitalista y el gobierno en la presente etapa. Es necesario un trabajo metódico de explicación del desarrollo de la crisis para que la vanguardia de la clase obrera pueda orientarse con claridad y marcar una orientación al conjunto de las masas. El gobierno de trabajadores es, en cuanto consigna política, el remate de la crisis del estado capitalista en todas sus determinaciones concretas.

Jorge Altamira
13 de Junio 2019